Verbo de Dios
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa
enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo». Pero el
centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y
mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de
los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi
sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo
seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Mt 8,5-11
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